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Refuerzo de Lengua y Literatura (Rocío Madrid)

Literatura medieval

SELECCIÓN DE TEXTOS DEL POEMA DE MIO CID

SELECCIÓN DE TEXTOS DEL POEMA DE MIO CID

Aquí encontraréis una serie de textos seleccionados de los distintos cantares del Poema de Mio Cid, podéis usar cualquiera de ellos para realizar el comentario literario.

Mantenemos a partir del verso 3731 en su lengua original, tal como aparece en el manuscrito de Pedro Abad. Modernizamos el resto.

CANTAR PRIMERO

Se ponen los escudos ante sus corazones. (v.715)

y bajan las lanzas envueltas en pendones.

inclinan las caras encima de los arzones,

y cabalgan a herirlos con fuertes corazones.

A grandes voces grita el que en buena hora nació:

-"¡Heridlos, caballeros, por amor del Creador!

¡Yo soy Ruiz Díaz, el Cid, de Vivar Campeador!" (...)

Allí vierais tantas lanzas hundirse y alzar,

tantas adargas hundir y traspasar,

tanta loriga abollar y desmallar,

tantos pendones blancos, de roja sangre brillar,

tantos buenos caballos sin sus dueños andar.

Gritan los moros: "¡Mahoma!"; "¡Santiago!", la cristiandad.(...)

A Minaya Alvar Fáñez matáronle el caballo,

pero bien le socorren mesnadas de cristianos.

Tiene rota la lanza, mete a la espada mano,

y, aunque a pie, buenos golpes va dando.

Violo mio Cid Ruy Díaz el Castellano,

se fijó en un visir que iba en buen caballo,

y dándole un mandoble, con su potente brazo,

partióle por la cintura, y en dos cayó al campo.

A Minaya Alvar Fáñez le entregó aquel caballo:

-"Cabalgad, Minaya: vos sois mi diestro brazo". (...)

 

CANTAR SEGUNDO

Aquí se comienza la gesta de mío Cid el de Vivar (v.1085)

Tan ricos son los suyos que no saben lo que han. (...)

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¡Sí que son grandes los gozos que van por aquel lugar,(v.1211)

cuando el Cid ganó en Valencia y entró por la ciudad!

Los que iban a pie, los tienen como caballeros ya.

y el oro y la plata suyos ¿quién los podría contar?

Con esto quedaron ricos todos cuantos allí están.

y nuestro Cid don Rodrigo su quinto mandó apartar:

de riquezas en moneda, treinta mil marcos le dan,

y de las otras riquezas ¿quién las podría contar?

¡Qué alegre el Campeador y los que con él están

viendo en lo alto del alcázar la enseña del capitán!

Descansaba nuestro Cid y lo hacían sus mesnadas.

Al rey que había en Sevilla un mensaje le llegaba:

que tomada fue Valencia sin que pudiera guardarla.

Entonces él acudió con treinta mil hombres de armas

Allí cerca de las huertas tuvieron los dos batalla.

Desbaratólos el Cid, el de la crecida barba:

hasta allá, dentro de Játiva, la acometida alcanzaba.

Al pasar el río Júcar ved qué reñida batalla;

y los moros acosados sin querer beben el agua.

El Rey aquel de Sevilla con tres heridas escapa.

Desde allí se vuelve el Cid con las riquezas ganadas;

buen golpe fue el de Valencia al ser la ciudad tomada. (...)

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-"¡Gracias al Creador, al Padre espiritual! (v.1633)

Todos los bienes que tengo, delante de mí están.

Con esfuerzo, Valencia conquisté: es ya mi heredad;

antes he de morir que volverla a dejar.

Al Creador y a la Virgen, me es forzoso alabar,

pues mi mujer y mis hijas conmigo las tengo acá.

La suerte me ha venido de tierras de allende el mar.

Me arrojaré a las armas, no las he de dejar;

mi mujer y mis hijas me verán pelear:

ya verán lo que cuesta en estas tierras morar,

han de ver con sus ojos cómo se gana el pan."

Al alcázar con ellas subió para observar,

mirando con sus ojos, tiendas vieron montar.

-"¿Qué es esto, Cid? ¡Dios tenga de vos piedad!"

-"Mi mujer, muy honrada, no tengáis ningún pesar!

Es más riqueza que nos viene, a aumentar nuestro caudal.

Tan pronto como has llegado, un presente os quieren dar.

Para las hijas casaderas, os traen un buen ajuar."

-"Gracias a vos, Cid, y al Padre espiritual."

-"Quedáos en el alcázar, en el palacio aguardad;

y no tengáis miedo alguno porque me veáis luchar;

por la merced de Dios y de su Madre virginal,

me crecerá el corazón, pues me vais a contemplar.

¡Con la ayuda de Dios, esta batalla la tengo que ganar!" (...)

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Comienzan ya a preparar logran sala del palacio. (v.2205)

Los suelos con mucha alfombra, todo bien encortinado.

iCuánta seda y cuánta púrpura y cuánto paño preciado!

¡Gusto os daría vivir y comer en el palacio!

Los caballeros del Cid aprisa allí se juntaron

y entonces en aquel punto por los infantes mandaron.

Ya cabalgan los infantes, camino van del palacio,

con muy ricas vestiduras, galanamente ataviados.

A pie y con muy buena cara, ¡Dios, qué discretos entraron!

Recibiólos nuestro Cid; con él todos sus vasallos.

Ante el Cid y su mujer los infantes se inclinaron.

A sentar ellos se fueron en un muy precioso escaño.

Los de la casa del Cid, siempre en todo mesurados

están atentos mirando al que nació afortunado.

Allí el Cid campeador ved que en pie se ha levantado:

-Puesto que hacerlo tenemos, ¿por qué lo vamos tardando?

Venid acá mi Alvar Fáñez el que tanto quiero y amo.

Aquí tenéis mis dos hijas. Yo las pongo en vuestras manos.

Sabéis que al rey eso mismo se lo tengo así rogado.

No quiero faltar en nada de lo que fue concertado.

A los dos infantes, vos dádselas con vuestras manos,

que tomen las bendiciones y vayamos acabando.

Entonces dijo Minaya: -Esto haré yo de buen grado. (...)

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Las coplas de este cantar aquí se van acabando, (v.2276)

El Criador os valga con todos los sus santos.

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CANTAR TERCERO

En Valencia, con los suyos, el Cid permaneció, (v.2278)

estaban también sus yernos, los infantes de Carrión.

Un día, en un escaño, dormía el Campeador:

un mal accidente sabed que les ocurrió:

salióse de la jaula, y quedó libre un león.

A todos los presentes, les asaltó gran temor

se ponen el manto al brazo los del Campeador,

y rodean el escaño protegiendo a su señor.

Fernán Gonzálvez, infante de Carrión,

no halló dónde subirse, ni abierta alguna habitación;

se escondió bajo el escaño: tanto era su pavor.

Diego Gonzálvez por una puerta salió,

diciendo agrandes gritos: «¡Ya no veré más Carrión!»

Tras una viga laga se metió con gran pavor;

el manto y el brial muy sucios los sacó.

En esto, despertó el que en buena hora nació.

El escaño rodeado de sus guerreros vio.

-"¿Qué ocurre, caballeros, por qué esta alteración?"

-"Sucede, señor honrado, que un susto nos dio el león. "

Hincó el codo mio Cid, tranquilo se levantó;

el manto traía al cuello, y se dirigió al león;

apenas lo vio éste, gran vergüenza sintió.

Ante mio Cid, bajó la cabeza y el rostro hincó.

Mio Cid don Rodrigo del cuello lo tomó,

Ilevándolo de su mano, a la jaula lo volvió.

Todos asombrados quedan al ver a su señor,

y al palacio retornan loando su valor.

Mio Cid por sus yernos preguntó y no los halló:

aunque los llamó a altas voces, ninguno respondió.

Cuando los encontraron, estaban sin color;

nunca hubo tal rechifla como la que allí se armó,

pero ordenó que cesara mio Cid el Campeador.

Muchos tuvieron por deshonrados a los infantes de Carrión

se sienten humillados por lo que aconteció. (...)

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De este modo lo mandaron los Infantes de Carrión: (v.2708)

que atrás ninguno quedase, fuese mujer o varón,

a no ser sus dos esposas, doña Elvira y doña Sol,

que querían recrearse con ellas a su sabor.

Todos los demás se han ido, los cuatro solos ¡Por Dios!

¡Cuánto mal que imaginaron infantes de Carrión!

-Tenedlo así por muy cierto, doña Elvira y doña Sol.

Aquí os escarneceremos en este fiero rincón,

y nosotros nos iremos; quedaréis aquí las dos.

Ninguna parte tendréis de las tierras de Carrión.

Estas noticias irán a ese Cid Campeador.

Ahora nos vengaremos por la afrenta del león.

Allí las pieles y mantos quitáronles a las dos;

sólo camisas de seda sobre el cuerpo les quedó.

Espuelas tienen calzadas los traidores de Carrión;

en sus manos cogen cinchas, muy fuertes y duras son.

Cuando esto vieron las dueñas, les hablaba doña Sol:

-¡Ay don Diego y don Fernando! Esto os rogamos, por Dios:

ya que tenéis dos espadas, que tan cortadoras son,

(a la una dicen Colada y a la otra llaman Tizón)

nuestras cabezas cortad; dadnos martirio a las dos.

Los moros y los cristianos juntos dirán a una voz,

que por lo que merecemos, no lo recibimos, no.

Estos tan infames tratos, no nos los déis a las dos.

Si aquí somos azotadas, la vileza es para vos.

En juicio o bien en Cortes responderéis de esta acción.

Lo que pedían las dueñas, de nada allí les sirvió.

Comienzan a golpearlas Infantes de Carrión;

con las cinchas corredizas las azotan con rigor;

con las espuelas agudas les causan un gran dolor;

les rasgaron las camisas y las carnes a las dos;

allí las telas de seda limpia sangre las manchó;

bien que lo sentían ellas en su mismo corazón.

¡Qué ventura sería ésta, si así lo quisiera Dios,

que apareciese allí entonces nuestro Cid Campeador!

¡Tanto allí las azotaron! Sin fuerzas quedan las dos.

Sangre mancha las camisas y los mantos de primor.

Cansados están de herirlas los Infantes de Carrión. (...)

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Con los cientos de su gente, que así vestirlos mandó (v.3101)

aprisa cabalga el Cid; de San Servando salió

y a la Corte así dispuesto íbase el Campeador.

En las puertas que están fuera despacio descabalgó.

Gran cordura muestra el Cid, con los suyos que escogió.

Él entra en medio de todos, los ciento a su alrededor.

Cuando lo vieron entrar al que en buen hora nació,

levantóse en pie el buen Rey de Castilla -Y de León,

con el conde don Enrique, con el conde don Ramón;

sabed que después se levanta todo aquel que allí acudió.

Con gran honra lo reciben al que en buen hora nació.

No se quiso levantar ese Crespo de Grañón,

ni tampoco los del bando de la gente de Carrión.

El Rey entonces al Cid de las manos lo tomó.

-Venid vos acá a sentaros conmigo, Campeador.

Aquel mismo escaño es este que me disteis vos en don.

Aunque a más de alguno pese, os tengo por el mejor.

Los cumplidos agradece el que a Valencia ganó:

-Sentaos en vuestro escaño, pues que Rey y Señor sois;

con estos, mis caballeros, acá me sentaré yo.

Lo que dijo el Cid honrado gustó al Rey de corazón. (...)

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Hicieron sus casamientos doña Elvira y doña Sol; (v.3719)

los primeros fueron buenos, pero estos son aún mejor,

con mayor honra se casan que en la primera ocasión.

Y ved cómo la honra aumenta al que en buen hora nació.

al ser sus hijas señoras de Castilla y de Aragón.

Y así, los reyes de España ahora sus parientes son,

a todos alcanza honra por el que en buen hora nació. (...)

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Quien escrivió este libro dél’Dios paraíso, ¡amén! (v. 3731)

Per Abbat le escribió en el mes de mayo

en era de mill e doszientos e cuarenta e cinco años.

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E el romanz es leído, (v. 3734)

datnos del vino;

si non tenedes dineros,

echad alla unos peños,

que bien nos lo darán sobr’ellos.

 

"MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA", GONZALO DE BERCEO

"MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA", GONZALO DE BERCEO

De un clérigo leemos que era loco, perdido,

en los vicios mundanos fieramente embebido:

pero aunque estaba loco, tenía un buen sentido:

amaba a la Gloriosa de corazón cumplido[1].

Pero aunque estaba el hombre al mal acostumbrado,

en saludar a ella era bien acordado:

y ni iría a la iglesia ni a hacer ningún mandado

sin que su nombre antes no hubiera pronunciado.

Decir yo no sabría en qué cierta ocasión,

ya que no lo sabemos si la buscó él o no,

enemigos le dieron asalto a este varón,

y fueron a matarle, deles Dios su perdón.

Los hombres de la villa, también sus compañeros,

cómo esto aconteciera ellos no eran certeros[2],

y fuera de la villa, por entre unos riberos

allá lo soterraron[3], mas no entre los diezmeros[4].

Le pesó a la Gloriosa mucho este enterramiento,

ya que yacía su siervo fuera de su convento:

apareciese a un clérigo de buen entendimiento,

y díjole: «Hicisteis error sin fundamento.

Mándote que lo digas: que el que es mi cancelario[5]

no merecía ser echado del sagrario[6];

diles que no lo dejen allí otro treintenario

sino que con los otros lo lleven al osario.

El que habéis soterrado lejos del cementerio,

al que no habéis querido hacerle ministerio,

por este yo te hago todo este reguncerio[7],

si no lo realizas, ya verás lo que es serio».

El dicho de la dueña fue luego realizado:

abrieron el sepulcro aprisa y muy privado[8]

y vieron un milagro no simple, mas doblado;

el uno como el otro fue enseguida notado.

Salía, muy hermosa, de su boca una flor,

de muy grande hermosura, de muy fresca color,

llenaba toda la plaza con su sabroso olor,

que no sentían del cuerpo un punto de su hedor.

Encontraron la lengua que era tan fresca y sana

cual se muestra por dentro una hermosa manzana:

no la tendría más fresca a la media mañana

cuando se hallaba hablando en medio la quintana[9].

Vieron todos que esto venía por la Gloriosa,

pues otra no podía hacer tamaña cosa:

trasladaron el cuerpo, cantando «Specïosa[10]»,

más cerca de la iglesia a tumba más preciosa.

Todo hombre en el mundo hará gran cortesía

si hiciera gran servicio a la Virgen María:

mientras que fuera vivo, tendrá placentería,

y salvará su alma en el último día.

Gonzalo DE BERCEO

Milagros de Nuestra Señora. (Adaptación)



[1] de corazón cumplido: de todo corazón.

[2] no eran certeros: no estaban seguros de cómo había muerto.

[3] soterrar: enterrar.

[4] diezmeros: aquí, quienes son enterrados en tierra sagrada.

[5] cancelario: cargo eclesiástico similar al de secretario.

[6] sagrario: aquí, cementerio donde se entierra a los fieles.

[7] reguncerio: relato, sermón.

[8] muy privado: rápido.

[9] quintana: huerta.

[10] Specïosa: oración que se cantaba a la Virgen.

"EL CONDE LUCANOR", DON JUAN MANUEL

"EL CONDE LUCANOR", DON JUAN MANUEL

 

Lo que le aconteció a un ciego con otro

-Patronio, un pariente y amigo, de quien me fío mucho y estoy seguro de que me estima verdaderamente, me aconseja que vaya a un lugar del que recelo yo mucho. Y él díceme que no tenga recelo, que antes recibirá él la muerte que dejar que yo reciba ningún daño. Y ahora ruégoos que me aconsejéis sobre esto.

-Señor conde Lucanor —dijo Patronio-, para este consejo mucho querría que supieseis lo que le aconteció a un ciego con otro.

El conde le preguntó cómo había sido aquello.

-Señor conde -dijo Patronio-, un hombre moraba en una villa, y perdió la vista de los ojos y quedó ciego. Y estando así, ciego y pobre, vino a él otro ciego que moraba en aquella villa, y díjole que fuesen ambos a otra villa cerca de aquella y que pedirían por Dios y que tendrían con qué mantenerse y alimentarse.

Y aquel ciego le dijo que él sabía el camino a aquella villa, que había allí pozos y barrancos y muy difíciles pasos; y que se recelaba mucho de aquella jornada.

Y el otro ciego le dijo que no tuviese recelo, ya que él se iría con él y lo Pondría a salvo. Y tanto le aseguró y tantas ventajas le mostró en el irse, que el ciego creyó al otro ciego, y fuéronse. Y cuando llegaron a los lugares difíciles y peligrosos, se cayó el ciego que guiaba al otro, y no dejó por eso de caer el ciego que recelaba del camino.

Y vos, señor conde, si recelo tenéis, no os pongáis en peligro por lo que vuestro amigo os dice de que antes morirá él que dejar que vos recibáis daño, ya que muy poco os aprovecharía a vos que él muriese y vos recibieseis daño y murieseis también.

El conde, tuvo este par un buen consejo y obró así, y le salid todo muy bien.

Y entendiendo don Juan que este ejemplo era bueno, hízolo escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así:

No te expongas nunca a tu desventura

por más que otros crean tu vida segura.

DON JUAN MANUEL

El conde Lucanor.

"LIBRO DE BUEN AMOR", ARCIPRESTE DE HITA

"LIBRO DE BUEN AMOR", ARCIPRESTE DE HITA

 

Necesidad de una vieja mensajera y condiciones que ésta ha de tener.

Si le envías recados, sea tu embajadora
una parienta tuya; no sea servidora
de tu dama y así no te será traidora:
todo aquel que mal casa, después su mal deplora.

Procura cuanto puedas que la tu mensajera
sea razonadora sutil y
lisonjera,
sepa mentir con gracia y seguir la carrera
pues más hierve la olla bajo la tapadera.

Si parienta no tienes, toma una de las viejas
que andan por las iglesias y saben de callejas;
con gran rosario al cuello saben muchas consejas,
con llanto de Moisés encantan las orejas.

Estas pavas ladinas son de gran eficacia,
plazas y callejuelas recorren con audacia,
a Dios alzan rosarios, gimiendo su desgracia;
¡ay! ¡las pícaras tratan el mal con perspicacia!

Toma vieja que tenga oficio de herbolera
que va de casa en casa sirviendo de partera
con polvos, con
afeites y con su alcoholera
mal de ojo hará a la moza, causará su ceguera.

Procura mensajera de esas negras pacatas
que tratan mucho a frailes, a monjas y beatas,
son grandes andariegas, merecen sus zapatas:
esas trotaconventos hacen muchas contratas.

Donde están tales viejas todo se ha de alegrar,
pocas mujeres pueden a su mano escapar;
para que no te mientan las debes
halagar
pues tal encanto usan que saben engañar.

De todas esas viejas escoge la mejor,
dile que no te mienta, trátala con amor,
que hasta la mala bestia vende el buen corredor
y mucha mala ropa cubre el buen
cobertor.

Si dice que tu dama no tiene miembros grandes,
ni los brazos delgados, luego tú le
demandes
si tienes pechos chicos; si dice sí, demandes
por su figura toda, y así seguro andes.

Si tiene los sobacos un poquillo mojados
y tiene
chicas piernas y largos los costados,
ancheta de caderas, pies chicos, arqueados,
¡tal mujer no se encuentra en todos los mercados!

En la cama muy loca, en la casa muy cuerda;
no olvides tal mujer, su ventajas acuerda.
Esto que te aconsejo con Ovidio concuerda,
y para ello hace falta mensajera no
lerda.

Hay tres cosas que tengo miedo de descubrir,
son faltas muy ocultas, de indiscreto decir:
de ellas, muy pocas mujeres pueden con bien salir,
cuando yo las mencione se echarán a reír.

Guárdate bien que no sea vellosa ni barbuda
¡el demonio se lleve a la pecosa velluda!
Si tiene mano chica, delgada o voz aguda,
a tal mujer el hombre de buen seso la muda.

Le harás una pregunta como última cuestión:
si tiene el genio alegre y ardiente el corazón;
si no duda, si pide de todo la razón
si al hombre dice sí, merece tu pasión.